Nunca esperé que ocurriera. Yo gobernaba libremente por los pasillos, me sentía como en mi reino, mi territorio. Pero vi sus ojos, y mi ego se quebró silenciosa pero abruptamente, como cuando se despierta de un sueño profundo.
Mi concentración fue la primera en sufrir las consecuencias, simplemente no podía escuchar a los demás cuando él estaba cerca. Y cuando no estaba, lo buscaba con la mirada. Felizmente, descubrí que compartíamos más espacios de los que había imaginado, y automáticamente comencé a elucubrar planes para un encuentro, ideas que nunca me atreví a llevar a la práctica. Pero en uno de mis operativos de observación clandestinos me descubrió mirándolo, y se acercó a mí. Me puse en alerta, pensé en alguna manera de salirme por la tangente, de escaparme; busqué, a pesar de mi agitación, alguna excusa. Él simplemente sonrió, me saludó y se presentó.
La conversación fluida, mis ojos en los suyos, y su voz rodeándome con una intensidad vaporosa. Hasta que pronunció las palabras... "Mi novia", dijo. Del resto no tengo mucho registro, el sonido del ambiente se volvió turbio bajo el eco de mis pensamientos. Mi expresión debió haber sido lo suficientemente transparente, porque él se dio cuenta de mi súbita abstracción, y la charla murió lentamente.
Cuanto más alto uno se eleva, más dolorosa es la caída. Por suerte yo me encontraba volando bajo, aterrizar en la realidad no fue ninguna proeza, sólo necesité un poco de resignación, un costo muy pequeño para un corazón curtido por la experiencia.
Los días siguientes fueron brillantes, ninguna distracción. Si él estaba en los alrededores no lo vi. Volví a tener color propio. Mi voz sonaba nuevamente para el resto de las personas. Pero fue sólo un segundo, un momento fugaz, y pude ver que no había aterrizado realmente, más bien estaba volando en piloto automático. Él se acercaba a mí, miraba en mi dirección, me miraba a mí, quería hablarme. El suelo se sentía muy real debajo de mis pies, pero no podía confiar plenamente en mis sentidos, siempre había sido un experto en fabricarme ilusiones. Huí.
El resto de la semana fue estable, aunque podía sentir una mirada furtiva en mi nuca. Quizás lo imaginaba. A veces no controlaba mi mente, y mi corazón era un esclavo de las fantasías de una razón imperfecta. Afortunadamente, ni los desvaríos más intensos pueden detener el paso del tiempo.
Era un miércoles, lo recuerdo bien, cuando me vi obligado a introducirme en una situación que siempre trataba de evitar. Y es que detesto los baños públicos, con sus insuficiencias y precariedades, falencias que me incomodan a un nivel casi traumático. Pero no hubo más que superarlo. Lo realmente notorio de ese día sucedió cuando intenté salir, sólo para encontrarme con él de frente, sorpresa que me arrebató el aliento. Sus grandes ojos me prohibían escapar de su mirada, su respiración inhibía a la mía. Luego fueron sus manos en mi cintura las que hicieron temblar a las mías. Y finalmente, sus labios húmedos los que silenciaron los míos. Y despegué, volé tan alto que ya no supe cómo regresar.
Sólo la ironía conoce los mecanismos que pueden transformar un lugar repugnante en un recuerdo narcótico, en un refugio oscuro y seguro, guardián de un secreto vibrante. Así se sentaron las bases, y durante días lo oculto permaneció mudo, hasta que yo pude oírlo. Entre nubes esponjosas me sentí exclusivo, pero sabía que no lo era; ella todavía existía. Yo no quería un secreto, pero así estaba cómodamente adormecido.
Mi cuerpo se movía solo. Fui lo suficientemente débil como para dejar que todo fluya. Sus besos nocturnos se sentían demasiado bien. Volver a dormir en soledad me quemaría por dentro. Y algo no estaba bien. Finalmente encontré la respuesta en la banalidad del cuerpo. Lo nuestro era físico, no podía ser otra cosa. Un capricho, una obsesión. Yo podría haber encontrado a alguien más, pero no quería.
Y así estoy ahora, cautivo, sin control, fuera de mí. Creo que todo se reduce a una simple ley: no hay que hacer lo que a uno no le gusta que le hagan. No puedo pretender indulgencia por algo que yo mismo no podría perdonar. No hay nada que justifique los cuernos. Sé que lo que estoy haciendo está mal, entonces, ¿por qué sigo con él?
Amor no es lo que él necesita, eso es evidente. Y yo no necesito un corazón roto. Mis deseos incoherentes tienden a restarle importancia a eso, y no puedo hacer más que aceptar todo lo que dice. Ya no me reconozco, no sé en qué me convertí.
Así es que voy a rogarle, a suplicar que me libere, porque no soy más fuerte que un adicto a la heroína. Mis sentimientos no son correspondidos, pero puedo racionalizar las cosas si tengo que hacerlo, saboteando todos los intentos de convencerme a mí mismo de que estoy mejor sin él.
I've never expected such a thing. I ruled free through the hallways, it felt like I was in my own kingdom, my lands. But then I saw his eyes, and it cracked my ego silent but abruptly, as if I had just woke up from deep slumber.
My lack of concentration was the first consequence, I just couldn't listen to anybody when he was nearby. And if he wasn't there, I'd look for him with my eyes. As luck would have it, I found that we both shared more classrooms than I had imagined, and I automatically started lucubrating strategies to meet him, many ideas that I never dared to put into practice. However, during one of my clandestine observation sessions he noticed and approached me. I braced myself, trying to figure out how to avoid him, how to escape, and, despite my agitation, I was searching for the right words to excuse myself. He just smiled at me, greeted me and introduced himself.
The conversation was fluid, my eyes were put in his, and his voice sorrounded me like intense steam. Until he said the words... "my girlfriend", he said. I don't really recall much of the rest, the environment became distorted behind the echo of my thoughts. The expression of my face must have been clear enough, because he could tell that I was abstracted all of a sudden, and our little chatter slowly died.
The higher you get, the more painful falling results. Luckily I was flying low, landing on reality was not an amazing deed, it just required a bit of resignation, a small price to pay for a heart already hardened by experience.
The following days were brilliant, no distractions at all. If he happened to be around, I didn't see him. I had a colour of my own again. My voice became present to the others. But it was just a second, a fleeting moment, and I realized I hadn't really landed, at best, I was flying with auto-pilot. He was coming my way, looking my way, in fact, he was looking at me. The ground felt so real beneath my feet, but I couldn't fully trust my senses, I had always been an expert in creating myself devious illusions. I fled.
The remainder of the week was uneventful, though I could feel a glance sneaking from behind. Perhaps it was my imagination playing tricks on me. Sometimes I had no control of my mind, and my heart was a slave to the fantasies of wandering thoughts. Fortunately, not even the wildest ramblings can stop the flow of time.
It was wednesday, I remember well, when I found myself forced into an unpleasant situation, one that I was always trying to avoid. The thing is I hate public bathrooms, as messy and filthy they are, making me uncomfortable to the point of being quasi-traumatic. I had to overcome it. But what was really interesting that day happened right after, when I tried to get out, only to bump into him, with my breath taken away by the surprise. His big eyes caught mine unabling them to escape, his breathing inhibited mine. Then, his hands around my waist caused mine to shudder. And finally, his wet lips made sure mine couldn't disrupt the silence. I took off, soared through such heights that I wouldn't know how to turn back.
Only irony is familiar to the mechanisms that can turn a disgusting place into a narcotic memory, a dark and safe shelter, guardian of a vibrant secret. And that's how it all started, and for days the hidden remained mute, until I could hear it. Among cotton-like clouds I felt like the only one, but I knew I wasn't, there still was her. I didn't want to live behind a secret, but I guess I was comfortably lethargic.
My body had a mind of it's own. I was weak enough to let things go with the flow. His night kisses felt too good. Sleeping by myself again would burn me from the inside. And something wasn't right. I found in the answer in the banality of the body. What we had was physical, it couldn't be any other way. An infatuation, an obsession. I could have found someone else, but I didn't want to.
And that's my current situation, captive, out of control, not myself. I believe everything comes down to a simple law: don't do what you don't like being done to you. I can't expect leniency at all for something that I couldn't forgive myself. Cheating can't be made good no matter what. I know what I'm doing is wrong, then, why am I still with him?
Love is not what he needs, that much I can tell. And I don't need a broken heart. My incoherent wishes tend to leave that apart, and all I can do is say yes to everything he asks or says. I don't recognize myself anymore, I don't know what I've turned into.
So I'm going to beg him, beg him to set me free, 'cause I'm not stronger than a heroin junkie right now. Although my feelings are not corresponded, I can rationalize the facts if I have to, sabotaging all attempts to convince myself that I'm better off without him.
Andrés Gutiérrez
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